Mensaje
por stromcio » 04 Jul 2017 00:52
Bueno, deseo contar algo.
En mi adolescencia acostumbraba a subir y bajar de vez en cuando una conocida carretera catalana, en Barcelona para más señas, con una minúscula piaggio sfera 75. Con modesto vehículo como era, lograba mantenerme dignamente en las subidas sin verme atosigado por los coches, y a un ritmo de 80-90 por hora me los ventilaba en las bajadas.
A los 18 me saqué el carnet de coche, y me iba a la misma carretera en cuanto tenía ocasión. Las circunstancias hicieron que dos años después la universidad a la que iba me hiciera pasar por esa carretera, por lo que al cabo de dos años yendo y viniendo todos los días, con unas ganas de correr más de lo que ya habitualmente suele suceder a esas edades, me convirtieron en un verdadero diablo de esa carretera, aun siendo a bordo de un modesto Vw Santana de 90 cv... pero de también sólo 980 kg, y que aunque balanceaba como un barco, tenía un aplomo sobresaliente.
Como digo, iba como un demonio, tan sólo recuerdo que en todos esos años se me pegaran en un momento de distracción dos coches, en una ocasión era un bmw de 192 cv (lo se porque lo conducía un compañero de mi clase al cual ese día el padre le había dejado el coche) y tiempo más tarde un seat leon fr, éste de 180 cv. Para lo del león llevaba entonces un mercedes 190e de 122 cv, y después de un disgusto midiéndome con la tracción trasera, acabé yendo mas volado si cabe que con el Vw, con lo que también salí "victorioso" del duelo con el seat.
¿Por qué cuento todo esto? Se que estoy dando la nota con la explicación de lo rápido que iba... y no es para menos. Pero a lo que quiero llegar es a lo que pasaba con las motos. A los motoristas ( y yo a pesar de disponer solamente de mi zapatilla, es decir la sfera 75, me sentía desde mis 14 años motero como el que más) no les agrada para nada verse superado por un coche, y menos por un hierro como eran el VW y el MB. Cuando me veían aparecer sin saber de donde de pronto en una curva, al llegar la recta se esforzaban por largarse, y lo conseguían, para verse irremediablemente apurados en la siguiente curva, con la moto cabeceando, comiéndose la raya contínua y pilotando peor que como lo harían en condiciones normales, por culpa de la inquietante proximidad del morro de mi coche, y todo por el orgullo de no verse adelantados. (Si algo aprendí de esa experiencia es que si voy en moto y una lata me pisa los talones le dejo pasar a la de ya).
Pero hubo una vez en que ocurrió algo que me quedó grabado en la retina. Iba, como de costumbre, a ritmo de carreras, cuando en el ápice de una curva levanto la vista al retrovisor central y me veo ¡una moto! pegada al culo. Era absolutamente impresionante ver como pilotaba ese fenómeno, nunca había encontrado (ni lo he vuelto a ver ) a nadie que tumbara de semejante modo una moto en carretera, y la manejara con la precisión quirúrgica de aquel individuo.
Tuve que echar los restos, y ser yo el que se pasaba algo de la raya continua, con la trasera del Mercedes marcando ya movimientos demasiado inquietantes para poder lograr despegarme de aquella bendita moto. No lo olvidaré nunca: una Gs 500 E de color verde, concretamente del año 92.
dame una palanca... y me apalancaré
