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Zé Mi
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#26

Mensaje por Zé Mi » 30 Sep 2005 12:59

ELOGIO AO AMOR - Miguel Esteves Cardoso in "Jornal Expresso"

Quero fazer o elogio do amor puro. Parece-me que já ninguém se apaixona de verdade. Já ninguém quer viver um amor impossível. Já ninguém aceita amar sem uma razão. Hoje as pessoas apaixonam-se por uma questão de prática.
Porque dá jeito. Porque são colegas e estão ali mesmo ao lado.
Porque se dão bem e não se chateiam muito. Porque faz sentido. Porque é
mais barato, por causa da casa. Por causa da cama. Por causa das cuecas e das calças e das contas da lavandaria.
Hoje em dia as pessoas fazem contratos pré-nupciais, discutem tudo de
antemão, fazem planos e à mínima merdinha entram logo em "diálogo". O amor passou a ser passível de ser combinado. Os amantes tornaram-se sócios.
Reúnem-se, discutem problemas, tomam decisões. O amor transformou-se numa variante psico-sócio-bio-ecológica de camaradagem. A paixão, que devia ser desmedida, é na medida do possível. O amor tornou-se uma questão prática.
O resultado é que as pessoas, em vez de se apaixonarem de verdade, ficam "praticamente" apaixonadas.
Eu quero fazer o elogio do amor puro, do amor cego, do amor estúpido, do amor doente, do único amor verdadeiro que há, estou farto de conversas, farto de compreensões, farto de conveniências de serviço. Nunca vi namorados tão embrutecidos, tão cobardes e tão comodistas como os de hoje. Incapazes de um gesto largo, de correr um risco, de um rasgo de ousadia, são uma raça de telefoneiros e capangas de cantina, malta do "tá tudo bem,tudo bem", tomadores de bicas, alcançadores de compromissos, bananóides, borra-botas,
matadores do romance, romanticidas. Já ninguém se apaixona? Já ninguém aceita a paixão pura, a saudade sem fim, a tristeza, o desequilíbrio, o medo, o custo, o amor, a doença que é como um cancro a comer-nos o coração que nos canta no peito ao mesmo tempo?
O amor é uma coisa, a vida é outra. O amor não é para ser uma ajudinha.
Não é para ser o alívio, o repouso, o intervalo, a pancadinha nas costas,
a pausa que refresca, o pronto-socorro da tortuosa estrada da vida, o nosso "dá lá um jeitinho sentimental". Odeio esta mania contemporânea por sopas e descanso. Odeio os novos casalinhos. Para onde quer que se olhe, já não se vê romance, gritaria, maluquice, facada, abraços, flores. O amor fechou a loja. Foi trespassada ao pessoal da pantufa e da serenidade. Amor é amor.
É essa beleza. É esse perigo. O nosso amor não é para nos compreender, não é para nos ajudar, não é para nos fazer felizes. Tanto pode como não pode.
Tanto faz. É uma questão de azar. O nosso amor não é para nos amar, para nos levar de repente ao céu, a tempo ainda de apanhar um bocadinho de inferno aberto.
O amor é uma coisa, a vida é outra. A vida às vezes mata o amor. A
"vidinha" é uma convivência assassina. O amor puro não é um meio, não é um fim, não é um princípio, não é um destino. O amor puro é uma condição. Tem tanto a ver com a vida de cada um como o clima. O amor não se percebe. Não dá para perceber. O amor é um estado de quem se sente. O amor é a nossa alma. É a nossa alma a desatar. A desatar a correr atrás do que não sabe, não apanha, não larga, não compreende. O amor é uma verdade. É por isso que a ilusão é necessária. A ilusão é bonita, não faz mal. Que se invente e minta e sonhe o
que quiser. O amor é uma coisa, a vida é outra. A realidade pode matar, o amor é mais bonito que a vida. A vida que se lixe.
Num momento, num olhar, o coração apanha-se para sempre. Ama-se alguém.
Por muito longe, por muito difícil, por muito desesperadamente. O coração
guarda o que se nos escapa das mãos. E durante o dia e durante a vida,
quando não esta lá quem se ama, não é ela que nos acompanha - é o nosso amor, o amor que se lhe tem.
Não é para perceber. É sinal de amor puro não se perceber, amar e não se ter, querer e não guardar a esperança, doer sem ficar magoado, viver
sozinho, triste, mas mais acompanhado de quem vive feliz. Não se pode
ceder.
Não se pode resistir.
A vida é uma coisa, o amor é outra. A vida dura a vida inteira, o amor
não.
Só um mundo de amor pode durar a vida inteira. E valê-la também.
O fórum www.vstromportugal.com na internet

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#27

Mensaje por lute » 13 Oct 2005 22:17

GIBRÁN KHALIL GIBRÁN
EL PROFETA
(1923)



Los niños

Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió: Háblanos de los niños.

Y él dijo:

Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma. Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer. Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para que Su flecha vaya veloz y lejana. Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así como El ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.
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#28

Mensaje por lute » 13 Oct 2005 22:21

GIBRÁN KHALIL GIBRÁN
EL PROFETA
(1923)


El Amor

Dijo Almitra: Háblanos del Amor.

Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:
Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiriera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte devasta los jardines.

Porque, así como el amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.

Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.

Pero si, en vuestro miedo, buscáreis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.

Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de.Dios."
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.

El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.
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#29

Mensaje por lute » 13 Oct 2005 22:26

GIBRÁN KHALIL GIBRÁN
EL PROFETA
(1923)




El dar

Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del dar.

Y él contestó:

Dais muy poca cosa cuando dais de lo que poseéis.
Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmente dais.
¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?
Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa? ¿Y qué es el miedo a la necesidad sino la necesidad misma?
¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?

Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto malogra sus regalos.
Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.
Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.
Y hay quiénes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.
Dan como, en el hondo valle, da el mirto su fragancia al espacio.
A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, El sonríe sobre la tierra.

Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquel que recibirá es mayor goce que el dar mismo.
¿Y hay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día.
Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos.

Decís a menudo: "Daría, pero sólo al que lo mereciera." Los árboles en vuestro huerto no dicen así, ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera.
Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.
Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches, merece, seguramente, de vosotros todo lo demás.
Y aquel que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestro pequeño arroyo.
¿Y cuál será mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza -no la caridad- del recibir?
¿Y quiénes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su orgullo para que así veáis sus merecimientos desnudos y su orgullo sin confusión?
Mirad primero si vosotros mismos merecéis dar y ser un instrumento del dar.
Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois sino testigos.

Y vosotros, los que recibís -y todos vosotros sois de ellos- no asumáis el peso de la gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.
Eleváos, más bien, con el dador en su dar como en unas alas.
Porque exagerar vuestra deuda es dudar de su generosidad, que tiene el libre corazón de la tierra como madre y a Dios como padre.
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#30

Mensaje por lute » 15 Oct 2005 09:31

Manual del Guerrero
de la Luz.

Paulo Coelho


PRÓLOGO

- En la playa al este de la aldea, existe una isla, con un gigantesco templo lleno de campanas - dijo la mujer.
El niño reparó que ella vestía ropas extrañas y llevaba un velo cubriendo sus cabellos. Nunca la había visto antes.
- ¿Tú ya lo conoces? - preguntó ella -. Ve allí y cuéntame qué te parece.
Seducido por la belleza de la mujer, el niño fue hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no vio nada diferente de lo que estaba acostumbrado a ver: el cielo azul y el océano.
Decepcionado, caminó hasta un pueblecito de pescadores vecino y preguntó sobre una isla con un templo.
- Ah, esto fue hace mucho tiempo, en la época en que mis bisabuelos vivían aquí - dijo un viejo pescador -. Hubo un terremoto y la isla se hundió en el mar. Sin embargo, aun cuando no podamos ya ver la isla, aún escuchamos las campanas de su templo, cuando el mar las agita en su fondo.
El niño regresó a la playa e intentó oír las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oír el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas.
Cuando la noche llegó, sus padres vinieron a buscarlo. A la mañana siguiente, él volvió a la playa; no podía creer que una bella mujer pudiese contar mentiras. Si algún día ella regresaba, él podría decirle que no había visto la isla, pero que había escuchado las campanas del templo que el movimiento del agua hacía que sonasen.
Así pasaron muchos meses; la mujer no regresó, y el chico la olvidó; ahora estaba convencido de que tenía que descubrir las riquezas y tesoros del templo sumergido. Si escuchase las campanas, sabría su localización y podría rescatar el tesoro allí escondido.
Ya no se interesaba más por la escuela, ni por su grupo de amigos. Se transformó en el objeto de burla preferido de los otros niños, que acostumbraban a decir: "Ya no es como nosotros, prefiere quedarse mirando el mar porque tiene miedo de perder en nuestros juegos".
Y todos se reían, viendo al niño sentado en la orilla de la playa.
Aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, el niño iba aprendiendo cosas diferentes. Comenzó a percibir que, de tanto oír el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas. Poco tiempo después, se acostumbró también a los gritos de las gaviotas, al zumbido de las abejas y al del viento golpeando en las hojas de las palmeras.
Seis meses después de su primera conversación con la mujer, el niño ya era capaz de no distraerse por ningún ruido, aunque seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido.
Otros pescadores venían a hablar con él y le insistían:
- ¡Nosotros las oímos! - decían.
Pero el chico no lo conseguía.
Algún tiempo después, los pescadores cambiaron su actitud.
- Estás demasiado preocupado por el ruido de las campanas sumergidas; olvídate de ellas y vuelve a jugar con tus amigos. Puede ser que sólo los pescadores consigamos escucharlas.
Después de casi un año, el niño pensó: "Tal vez estos hombres tengan razón. Es mejor crecer, hacerme pescador y volver todas las mañanas a esta playa, porque he llegado a aficionarme a ella". Y pensó también: "Quizá todo esto sea una leyenda y, con el terremoto, las campanas se hayan roto y jamás vuelvan a tocar".
Aquella tarde, resolvió volver a su casa.
Se aproximó al océano para despedirse. Contempló una vez más la Naturaleza y, como ya no estaba preocupado con las campanas, pudo sonreír con la belleza del canto de las gaviotas, el ruido del mar, el viento golpeando las hojas de las palmeras. Escuchó a lo lejos la voz de sus amigos jugando y sintióse alegre por saber que pronto regresaría a sus juegos infantiles.
El niño estaba contento y - en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo - agradeció el estar vivo. Estaba seguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza.
Entonces, porque escuchaba el mar, las gaviotas, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando, oyó también la primera campana.
Y después otra.
Y otra más, hasta que todas las campanas de templo sumergido tocaron, para su alegría.
Años después, siendo ya un hombre, regresó a la aldea y a la playa de su infancia. No pretendía rescatar ningún tesoro del fondo del mar; tal vez todo aquello había sido fruto de su imaginación, y jamás había escuchado las campanas sumergidas en una tarde perdida de su infancia. Aun así, resolvió pasear un poco para oír el ruido del viento y el canto de las gaviotas.
Cual no sería su sorpresa al ver, sentada en la arena, a la mujer que le había hablado de la isla con su templo.
- ¿Qué hace usted aquí? - preguntó.
- Esperar por ti - respondió ella.
Él se fijó en que, aunque habían transcurrido muchos años, la mujer conservaba la misma apariencia: el velo que escondía sus cabellos no parecía descolorido por el tiempo.
Ella le ofreció un cuaderno azul, con las hojas en blanco.
- Escribe: un guerrero de la luz presta atención a los ojos de un niño. Porque ellos saben ver el mundo sin amargura. Cuando él desea saber si la persona que está a su lado es digna de confianza, procura verla como lo haría un niño.
- ¿Qué es un guerrero de la luz?
- Tú lo sabes - respondió ella, sonriendo -. Es aquel que es capaz de entender el milagro de la vida, luchar hasta el final por algo en lo que cree, y entonces, escuchar las campanas que el mar hace sonar en su lecho.
Él jamás se había creído un guerrero de la luz. La mujer pareció adivinar su pensamiento.
- Todos son capaces de esto. Y nadie se considera un guerrero de la luz, aun cuando todos lo sean.
Él miró las páginas del cuaderno. La mujer sonrió de nuevo.
- Escribe sobre el guerrero - le dijo.
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#31

Mensaje por lute » 18 Oct 2005 11:33

Uno de leones y ovejas

La imagen que tenemos de nosotros mismos no viene de nuestra experiencia directa, sino de las opiniones de otros. Una "personalidad" impuesta desde afuera reemplaza la individualidad que pudo haber crecido interiormente. Nos convertimos simplemente en otra oveja en el rebaño, incapaces de movernos libremente e inconscientes de nuestra propia y verdadera identidad. Es el momento de echar una mirada a tu propio reflejo en el pozo y dar un paso para salir de los condicionamientos que te han sido impuestos.

A menos que abandones tu personalidad, no serás capaz de encontrar tu individualidad.
La individualidad la proporciona la existencia; la personalidad es impuesta por la sociedad. La personalidad es una conveniencia social. La sociedad no puede tolerar la individualidad, porque la individualidad no es gregaria como una oveja. La individualidad tiene la cualidad del león; el león se mueve solo. La oveja está siempre con la multitud; esperando que al permanecer entre la multitud se sentirá a gusto: al estar en la multitud uno se siente protegido, seguro. Si alguien ataca, existe la posibilidad de que dentro de una multitud puedas salvarte. Pero estando solo... únicamente los leones se mueven en soledad. Cada uno de nosotros nace como un león, pero la sociedad continúa condicionándose, programando tu mente como una oveja. Esto te da una personalidad, una personalidad agradable, muy simpática, conveniente, muy obediente.

La sociedad quiere esclavos, no quiere gente que esté totalmente comprometida con la libertad.
La sociedad quiere esclavos, porque todos los intereses creados requieren obediencia.

Osho
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#32

Mensaje por lute » 21 Oct 2005 00:45

MONÓLOGO DE UN PERRO

Yo no creo haber hecho nada malo esta mañana....
Me parecieron todos muy nerviosos. Iban y venían por los pasillos, esquivándose unos a otros.
Ella le gritaba a la madre de él ,y los dos niños, con las manos llenas de cosas, entraban en el dormitorio de los padres, que yo tengo prohibido.
La pequeña –la más amiga mía- chocó contra mí dos o tres veces. Yo le buscaba los ojos, porque es la mejor manera que tengo de entenderlos : los ojos y las manos. El resto del cuerpo ellos lo saben dominar y, si se lo proponen, pueden engañarte y engañarse entre sí; pero las manos y los ojos, no .
Sin embargo, esta mañana mi pequeña ni me quería mirar. Sólo después de ir detrás de ella mucho tiempo, en aquel vaivén desacostumbrado , me dijo: “Drake , no me pongas nerviosa. ¿ No ves que no vamos de veraneo, y están los equipajes sin hacer?” Pero no me tocó ni me miro. Yo , para no molestar , me fui a mi rincón, me eché encima de mi manta y me hice el dormido.
También a mi me ilusionaba el viaje. Les había oído hablar días del mar y de la montaña. No sabía con certeza qué habían elegido; pero comprendo que , en las vacaciones – y más en estas , que son mas largas que las otras dos- mi pequeña podrá estar todo el día conmigo . Y lo pasaremos muy bien , estemos donde estemos , siempre que sea juntos...
Tardaron tres horas en iniciar la marcha. Fueron bajando las maletas al coche, los paquetes, la comida- que olía a gloria- y los envoltorios del ultimo momento. Yo necesitaba correr de arriba abajo por la escalera pero me aguanté. Cuando fueron a cerrar la puerta , eché de menos mi manta. Entré en su busca; me senté sobre ella; pero el me llamó muy enfadado. – “ ¡Drake, venga! “ - , y no tuve mas remedio que seguirlo.
Mientras bajaba , caí en la cuenta de que, en el lugar al que fuéramos , habría otra manta. Ellos siempre tienen razón . Los tres mayores , mi pequeña , su hermano y yo.... Era difícil caber en aquel coche, tan cargado de bultos; pero estábamos bien, tan apretados todos.
Yo me acurruqué en en la parte de atrás, bajo los pies de los niños. La madre de él se sentó en un extremo , que suele ser su sitio, y todavía no se le habían olvidado las voces de ella , porque no decía nada; solo miraba las calles y las calles y la luz, que era muy fuerte, a través del cristal... Los niños se peleaban con cualquier pretexto esta mañana; seguían muy nerviosos. Yo sufrí sus patadas con tranquilidad, porque sabía que no iban a durar y porque era el principio de las vacaciones.
Cuando, de pronto, el niño le dió un coscorrón a mi pequeña , yo le lamí en cambio las piernas con cariño; pero ella me dió un manotazo , como si la culpa hubiera sido mía. La miré para ver si sus ojos me decían lo contrario.
Ella, mi pequeña quiero decir , no me miraba. Fue cuando ya habíamos perdido de vista la ciudad . Él se echó a un lado y paró el coche . los de delante daban voces los dos no se si por qué discutían o por qué . La madre de él no decía nada ; ya antes había empezado a decir algo , y ella la corto con muy malos modales .
Tampoco los niños decían nada .....
Él bajó del coche y cerro de un portazo; le dio la vuelta; abrió la puerta del lado de los niños, y me agarró por el collar.
Yo no entendí.Quizá quería que hiciese pis , pero yo lo había hecho en un árbol mientras cargaba y disponía los bultos. Empujó con violencia las puerta , y volvió a sentarse al volante .
Oí el ruido del motor .
Alcé las manos hacia la ventanilla ; me apoyé en el cristal ,detrás de él ví la cara de mi pequeña con los ojos muy redondos ; le temblaban los labios ... Arrancó el coche , y yo caí de bruces.
Corrí tras él , porque no se daban cuenta de que yo no estaba dentro ; pero aceleró tanto que tuve que detenerme cuando ya el corazón se me salía por la boca... Me aparté, porque otro coche, en dirección contraria, casi me arrolla.
Me eché a un lado, a esperar y a mirar , porque estoy seguro de que volverán por mí.......Tanto miraba en la dirección de los desaparecidos que me distraje.y un coche negro no pudo evitar atropellarme....... No ha sido mucho: un golpe seco que me tiró a la cuneta.....
Aquí estoy.
No me puedo mover. Primero porque espero que vuelvan a este mismo sitio en el que me dejaron ; segundo , porque no consigo menear esta pata.Quizá el golpe del coche negro aquél no fue tan poca cosa como creí........
Me duele la pata hasta cuando me la lamo.
Me duele todo.......
Pronto vendrá mi pequeña y me acariciará y me mirará a los ojos. Los ojos y las manos de mi pequeña, nunca serán capaces de engañarme.
Aquí estaré... Si tuviese siquiera un poco de agua: hace tanto calor y tengo tanto sueño......
No me puedo dormir. Tengo que estar despierto cuando lleguen ...
Me siento más solo que nadie en este mundo ... Aquí estaré hasta que me recojan .
Ojalá vengan pronto.....


ANTONIO GALA
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Auxerroise

#33

Mensaje por Auxerroise » 22 Oct 2005 03:45

Una chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un
gran aeropuerto. Como debía esperar un largo rato, decidió comprar
un
libro y también un paquete con galletitas. Se sentó en una sala del
aeropuerto para poder descansar y leer en paz.

Asiento de por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y
empezó a leer. Entre ellos quedaron las galletitas. Cuando ella tomó
la
primera, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero
no dijo nada.
>
Apenas pensó:
"¡Qué descarado; si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un
golpe para que nunca más se olvide!".

Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba
una.

Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni
reaccionar.

Cuando quedaba apenas una galletita, pensó: "¿qué hará ahora este
abusador?".

Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad
para ella.


Ah! No!. . Aquello le pareció demasiado!. ¡Se puso a bufar de la
rabia!.

Cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y
para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas. . .intacto,
cerradito.
>
¡Sintió tanta vergüenza!. Sólo entonces percibió lo equivocada que
estaba.
¡Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso!.
El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso,
consternado o alterado. Y ya no había más tiempo ni posibilidades
para explicar o pedir disculpas. Pero sí para razonar: ¿cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?.

> Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:
> Una piedra, después de haber sido lanzada;
> Una palabra, después de haber sido proferida;
> Una oportunidad, después de haberla perdido;
> El tiempo, después de haber pasado.

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#34

Mensaje por lute » 30 Nov 2005 08:11

Título: SIDDHAPURA, LA ISLA BLANCA
Autores: José Rubio Sánchez y José Miguel Cuesta

Tíbet, en una pequeña aldea situada en la ladera de una montaña de la cordillera de los Himalayas, la montaña Khang-Tise, morada del dios Siva y su esposa Parvati.

Una noche en la que el cielo estaba enfuruñado, con vientos cargados de aguanieve, se oyó el chillido de un niño que acababa de nacer. La comadrona lo limpiaba mientras cantaba una tradicional canción del lugar, al tiempo que el padre, un dokpa, un pastor llamado Lagspa, caminaba nervioso, esperando en la puerta de la casa abierta a un monje del monasterio cercano, un nieunechés, que en aquellas inhóspitas regiones practicaba el arte de adivinar y trazar el horóscopo de los recién nacidos. Venía, como era costumbre, a anotar la hora exacta en la que el niño había inspirado por primera vez fuera del vientre de su madre. El buen dokpa hizo las genuflexiones establecidas ante el lama y le pidió que se diera prisa.

Después de instantes de silencio contenido, el monje levantó la vista con los ojos desorbitados y con la boca abierta expresando estupor. "Por el Gran Maestro Shon-Ka-Pa -exclamó casi tartamudeando-, señor, su hijo, su hijo…" "¿Qué? -preguntó expectante el padre-, ¿qué?" "Su hijo está predestinado para algo grande. Los planetas que rigen su estrella indican que su Dharma es ser monje. Tal vez deberían considerar que, a la edad preestablecida, sea admitido en el Potala."

La edad preestablecida para ser admitido era los siete años y el momento más adecuado para ir, la festividad del Año Nuevo. Hasta entonces, los padres, sabedores del gran destino de su hijo, se esmeraron en darle todo el cariño del mundo y el más severo de los ejemplos. Cuando llegó el momento, Lagspa cogió suficientes provisiones y partió hacia Lhasa con su hijo Shankara. Después de varias semanas de caminar por valles y montañas, soportando un cierzo helado y alimentándose frugalmente con un poco de tsampa y té caliente, alcanzaron a ver las líneas elegantes de los numerosos tejados dorados del Tsi Potala. Allí, un monje amigo de la familia cogió la mano del niño y lo condujo al interior del misterio. Ninguno estaba triste, ni padre ni hijo, pues ambos sabían que ante él se abría un mundo de maravillas, a las que sólo accedían unos pocos privilegiados.

Pasaron algunos años.
El Potala está construido sobre la ladera de la montaña, en forma de terrazas o escalones, y gran parte de la estructura no sólo se apoya en la misma ladera, sino que forma parte de ella, horadándola y construyendo en su interior numerosas salas, pasillos, pasadizos, un verdadero laberinto.
En muchos lugares se escondían habitaciones en las que se encontraban los Lha khang, estatuas terribles representando todas las personalidades simbólicas y místicas del Tíbet. Y en otras más recónditas y oscuras se podían ver los dioses y demonios, que ya eran viejos en estas tierras antes de que llegara el primer monje budista.
Pero había rincones más ignotos si cabe, donde se decía que habitaban entes terribles y maléficos, sólo contenidos por el poder de las fórmulas y las ceremonias mágicas de monjes especialmente instruidos, que se turnaban las veinticuatro horas del día. Si las palabras cuyo poder oculto les subyugaba dejaran de ser pronunciadas en el tiempo oportuno, saldrían de sus prisiones para asolar el mundo.

Los jóvenes habían sido prevenidos de que no debían entrar en determinadas zonas del monasterio, sobre todo, tal como les habían recomendado sus instructores, era conveniente que no corretearan por los pasillos de la planta inferior del edificio, y que no se adentrasen en sus pasadizos, pues éstos se internaban en las entrañas de la cordillera himaláyica, y nadie parecía saber dónde acababan. Muchos se habían perdido y nunca regresado. Sin embargo, Shankara no tenía miedo.
Siguiendo su instinto, un día decidió adentrarse un poco más de lo permitido en los pasadizos subterráneos del Potala. Si aquel pasadizo hubiese seguido en línea recta y no hubiese tenido otros pequeños que se desviaban a derecha o izquierda, volver hubiese resultado bastante fácil, pero no fue así, y cuando se quiso dar cuenta, estaba definitiva y totalmente perdido.

Oía el latir fuerte de su corazón, y nada más. Veía la negrura que le rodeaba y pensaba que aquello no podía estar pasándole a él; pero así era. A pesar de todo siguió caminando hacia algún lugar que él creía que era "delante." Al poco percibió una lámpara, y arropado por su luz se detuvo en la primera cosa interesante que encontró: una estatua, la estatua de un hombre sentado con las piernas cruzadas sobre una roca un poco más elevada. Sus manos huesudas, con larguísimas uñas que se retorcían en todas direcciones, se apoyaban en las rodillas; y su pecho y cintura, esqueléticos hasta el punto de marcarse profundamente las costillas, estaban cubiertos por una gran barba que se arremolinaba finalmente en su regazo; el cabello, también exageradamente largo, caía sobre los famélicos hombros cubriéndolos parcialmente a la vez que el rostro, del que entre barba y pelo apenas se percibían unos ojos cerrados, hundidos en las cuencas de la frente. Por un momento el niño pensó si no sería un hombre, pero toda la estatua estaba pintada de blanco: blanco era el pelo y la barba, blanca la carne y, además, pensó, si fuese un hombre la respiración le hubiera delatado, pero aquella estatua no respiraba.

Shankara se acercó más y lo contempló desde distintos puntos de vista "¡Por el Gyap gueune bou!, exclamó, parece un hombre." Sabía que algunos monjes, a los que llamaban eremitas, se alejaban del mundo y se metían en cuevas o en pequeñas estructuras enteramente cerradas y ahí pasaban años y años, sumidos en el sagrado sueño de Bramâ. ¿Era éste el caso? Tal vez fuese un potente waldjorpa, un yogui tibetano. Intrigado, se sentó cerca de él, en la postura del loto, y guardó silencio concentrando su vista en los ojos de la misteriosa figura.
Su esfuerzo fue premiado porque, después de un buen rato, los ojos de la estatua se abrieron, trayendo al mundo de los mortales el alma de aquel eremita que, seguramente, habría viajado por lugares alucinantes sin mover un sólo músculo. Sorprendido también por la inesperada visita, aquel ser miró con asombro a Shankara, y con mucho esfuerzo logró que sus cuerdas vocales arrancaran unos pocos sonidos, que el muchacho interpretó como algo parecido a: "¿Quién eres y qué haces aquí?" Shankara se apresuró a confesarle que se había perdido.

Con inmensa paciencia y dificultad la estatua blanca indicó el camino de vuelta al joven. Nuestro personaje miró al anciano eremita agradecido, parecía a punto de romperse en mil pedazos, le saludó juntando las dos manos sobre el pecho e inclinando la cabeza, y se fue musitando un "¡Lha gyalo! ¡De tamtché pam!": "los dioses triunfan, los demonios son vencidos."
Shankara volvió a su celda, por suerte nadie se había percatado de su desaparición. Pero en sus sueños aparecía constantemente una estatua blanca.
Pasaron dos días y el joven monje se atrevió a descender a las profundidades de la montaña, pero esta vez cogió un cuenco con un poco de tsampa, por si lo quería aceptar el ermitaño. Cuando llegó hasta él se acercó y depositó el cuenco de arroz en su regazo, luego se sentó en el suelo a dos metros de distancia, esperando.

A las tres horas, cuando el niño cabeceaba semidormido, el eremita abrió los ojos de nuevo, como si regresara de un largo viaje al que no se había llevado su cuerpo. Después de unos momentos en los que se observaba claramente cómo su cuerpo se iba poniendo en funcionamiento, el eremita alargó la huesuda mano de largas y retorcidas uñas, cogiendo con dificultad el cuenco, y con la otra fue llevándose puñados a la boca. Shankara estaba adormilado y no presenció aquel "espectáculo", hasta que terminando de comer, el ermitaño colocó el cuenco en el suelo, produciendo un sonoro golpe.

El joven despertó con un sobresalto y frotándose los ojos miró hacia el waldjorpa, que parecía ahora más hombre que estatua. Se sorprendió de que pareciese humano, de que se hubiese comido el tsampa y, más aún, de que le hablase:
-Gracias, Shankara. ¿También te has perdido esta vez?
-No -contestó el joven-. He venido a darle las gracias...
-Pues gracias.
-Pero, ¿cómo sabe mi nombre?
-No creas que por estar aquí meditando desconozco lo que ocurre en el mundo. Te aseguro que he visto más países que los que tu puedes nombrar, y pocas cosas que desee saber permanecen ocultas para mí.

El muchacho, aunque intrigado, no quiso molestar al asceta y simplemente calló. Pero éste, sin más explicaciones, empezó a contarle historias del Potala, de los Dalai-Lamas, de Nâgârjuna, Asuramaya y otros grandes sabios que alguna vez habían estado estudiando en el mismo lugar que él. Así estuvo un buen rato, siguiendo su propio discurso, mientras él escuchaba atentamente, hasta que de pronto el sabio calló y se quedó expectante, como si alguien le estuviera llamando. Le dijo: "Tengo que irme, Shankara, ha sido muy grato hablar contigo, vuelve otro día", y de nuevo entró en el estado de parálisis y concentración en el que se asemejaba a una estatua de piedra. Su cuerpo cogió rigidez, la piel se volvió blanca y las venas se petrificaron, incluso parecía que el corazón dejaba de latir. "Pero, se preguntó el niño, ¿adónde ha ido?"

A partir de ese día, Shankara volvió en muchas ocasiones a visitar al eremita, trayéndole siempre un poco de tsampa y té, aunque el waldjorpa no siempre "estaba". Durante un par de años fue a visitarlo y a aprender de él, hasta que un día el eremita le preguntó:
-Hijo mío, ¿te gustaría conocer la Isla Blanca?
El joven no sabía que era la isla Blanca pero afirmó con ilusión.
-Sí, maestro, por supuesto que me gustaría.
-Pocos conocen de su existencia, Lanú, pero ha llegado la hora de que tú seas uno de los privilegiados.

Diciendo esto, el ermitaño se levantó como si tuviese un dominio total de su cuerpo, pese a haber estado agarrotado al mantener una posición forzada durante años, y empezó a caminar por un pasillo lateral, diciendo simplemente: "Sígueme".
Caminaron por las entrañas de la tierra, a oscuras, durante mucho tiempo, tanto que no sabría decir si fuera era día o noche. Las horas pasaron imperturbables y aquel hombre no se detenía por nada. Andaban, andaban, tanto, que Shankara pensaba que estaban dando la vuelta al mundo.

Al fin, el ermitaño, que en el camino no había pronunciado ni una sola palabra, se paró delante de una pared. Al contrario de las de los pasillos dejados atrás, ésta se presentaba totalmente lisa y se elevaba hacia lo alto perdiéndose en la oscuridad de la lejana bóveda de piedra. Lo único que en ella destacaba eran unas líneas dibujadas en su superficie, representando extraños jeroglíficos. El asceta, quieto, inmóvil, se concentró, parecía extraer de su memoria alguna información fundamental, hasta que al final habló. Su voz de ultratumba era distinta, más profunda que la de cualquier lama que el hubiera escuchado recitando mantrâms, parecía vibrar en toda la escala cromática musical, e invadía, como un viento perfumado, todo a su alrededor. Al sonido sobrenatural producido por el anciano, al requerimiento de aquellas ngags, palabras mágicas, las líneas de la pared parecieron responder y se iluminaron: de un lado a otro, subiendo, bajando, girando, formando figuras geométricas imposibles. Las líneas dibujaron claramente el perfil de lo que podría ser una puerta, que, al toque de un solo dedo del asceta, se abrió, desvelando detrás un mundo nuevo.

El ermitaño hizo un gesto a Shankara y éste cruzó la mágica puerta. Ambos estaban ahora al otro lado de las montañas, las que se elevaban tras ellos gigantescas y majestuosas; pero delante se extendía un vasto desierto. ¿Dónde estaban? ¿Qué desierto era aquel? ¿Habían simplemente llegado a otro lugar tras la cordillera del Himâlaya, o habían cruzado a otra dimensión? No podía saberlo, el ermitaño no hablaba. Imperturbable en la quietud como en el movimiento, en la oscuridad como en la luz, en el frío como en el calor, comenzó a andar pisando aquellas arenas amarillas que parecían olas perdiéndose en la distancia, y Shankara, cansado pero expectante de lo por venir, le siguió.

Poco tardaron en divisar algo en el inmenso infierno del desierto, pues a lo lejos, borroso como un espejismo, le pareció ver una estructura arquitectónica que rápidamente identificó como un puente, pero, ¡oh maravilla de maravillas!, aquel puente se alargaba y se alargaba en la distancia kilómetros y kilómetros, sin columnas ni apoyos intermedios, alzándose en una suave curvatura sobre un lago inmenso y bello, de brillantes aguas tornasoladas y opalinas.

Caminando sobre el empedrado suelo de mármoles blancos perfectamente pulimentados, cuando llevaban unos diez kilómetros, las nubes bajas fueron desapareciendo mostrando el espectáculo más maravilloso que mente humana pudiera imaginar. Aquello era una ciudad, una ciudad de proporciones inmensas, con torres espectacularmente altas coronadas con techos de plata y oro, con cúpulas abultadas en la base y rematadas en la punta como el cerrado brote de un loto, con edificios rodeados de columnas estriadas fabricadas con jade y pórfido púrpura. Se podían apreciar jardines espaciosos pletóricos de árboles que se elevaban por encima de las casas abriendo sus copas protectoras. Pero eso no era todo, por doquier pudo apreciar que había objetos cruzando el cielo, seres que volaban planeando por la majestuosa ciudad para desplazarse de un lado a otro. Se les veía poderosos, señoriales y, según le comentaba su maestro, ahora más locuaz, aquellos seres, llamados por algunos los Hijos de la Niebla de Fuego, no sólo podían volar por el aire, sino también desplazarse por el fondo de las aguas, y el fuego no podía quemarlos, pues tenían ilimitado poder sobre los Elementos.

Shankara se había parado contemplando tanta belleza y el ermitaño decidió contarle más cosas.
-Esta es, Lanú, la Isla Blanca, la Tierra Eterna, la Ciudad del Puente: Siddhapura, donde los dioses se asentaron cuando se inició la evolución del mundo; los Hijos de la Sabiduría. Millones de años han pasado, evos sin fin, y la Tierra ha sufrido grandes catástrofes desde entonces, su eje ha cambiado de posición varias veces, y terribles destrucciones volcánicas han transformado su faz, ora elevando del fondo del mar continentes, ora hundiéndolos bajo el manto protector de los infinitos océanos; pero, nunca, nunca esos acontecimientos dañaron la Isla Blanca. Antes el lago era tan grande como este desierto, y le llamaban el Gran Océano, y no existía el puente que estamos cruzando. Después el océano se convirtió en desierto, pero la Isla siempre fue el mismo trozo de tierra, su ciudad se mantuvo siempre indestructible y sus moradores, inmortales, siguen viviendo en ella, hasta que los hombres mismos terminen su ciclo evolutivo y se conviertan en dioses.

Shankara no salía de su asombro. Sus pies descalzos entraron por los propíleos que a modo de enorme arco de triunfo daban paso a la urbe. Las calles estaban pavimentadas con lajas de calcedonia, y las casas, algunas forradas de metales preciosos, tenían ventanas con cristales alquímicos que trasmutaban la luz del Sol creando atmósferas opalescentes. Todo era gigantesco, hermoso, y leves brisas con vida propia llevaban perfumes, inciensos, olores de rosas, madreselvas, azahar, miel, que lo invadían todo. Era reconfortante, tanto, que el cansancio parecía desaparecer.

Cruzando por calles, a cual más bella, llegaron a un lugar abierto y espacioso, donde elevado sobre varios juegos de escaleras y rampas que subían cruzándose simétricamente, se levantaba una estructura de columnas, cúpulas y torres que parecían romper todas las reglas de la arquitectura y la gravedad, y casi flotar sobre la ciudad.
Hasta su entrada principal sin puertas llegaron, adentrándose en un océano de luz y sombras, de colores suaves ultradimensionales que parecían tirar de su alma sacándola fuera del cuerpo, elevándola hacía los inmortales. Aquel era el Templo Supremo donde se adoraba a Dios desde el principio de los tiempos, al Dios Único, sin nombre, al que todos los pueblos habían deformado con su limitada visión y que era el Dios de los hombres, de las plantas, de los animales, de los planetas y de las estrellas sin fin, desde el átomo al infinito. El Dios que no tiene cuerpo, que no se puede representar con NADA y que es TODO a la vez. Era a su vez el Trono del Rey del Mundo, el Mahâ-Chohan, desde dónde aparentemente dormido velaba por el desarrollo de las conciencias.

Después, el asceta siguió enseñándole la ciudad, pero en ningún momento hablaron ni se comunicaron con sus habitantes; estaban en su mundo, prohibido para los mortales. Sin embargo, parecía que el asceta tenía permiso para entrar y con él el joven. Cuando lo creyó conveniente, le indicó que debían irse, y maestro y discípulo recorrieron el camino de regreso, llegaron al puente, lo cruzaron, se adentraron en el desierto hasta la montaña con el pasadizo secreto, y de nuevo el eremita pronunció aquellos extraños sonidos, provocando que se abriese la misteriosa puerta.

Cuando la cruzaron, el asceta habló.
-Esta puerta es una de las pocas entradas a la Isla Blanca, hay otra en las majestuosas ruinas de Ellora, otra en Elephanta, en las cuevas de Ajunta, y la última en la cordillera de Chandor. Todas son puertas mágicas, y sólo se pueden abrir con unas Palabras de Poder. Desde generaciones sin cuento, un guardián en cada puerta ha conocido estas palabras, el Java Aleim, el Brahmâtmâ, y solamente se las ha trasmitido a un heredero, en el momento de la muerte. La muerte es sólo el paso a otra forma de vida, Lanú, pero cuando ocurre, el cuerpo ya no puede seguir cumpliendo el deber de proteger la puerta de entrada a la Isla Blanca; por eso has sido elegido, Shankara, si es que quieres aceptar este honor. Tú estas predestinado a ser mi sucesor, a conocer las Palabras de Poder, a proteger a los Inmortales, los Hijos de la Niebla de Fuego, en su retiro. Es una tarea solitaria, pero serán para ti conocimientos que muy pocos hombres conseguirán nunca.

¿Qué me dices? ¿Aceptas?
Shankara había escuchado con atención, con emoción mezcla de alegría y tristeza. Ser el sucesor del guardián del acceso a la Isla Blanca era un honor, pero no sabía si podría soportar tantos años de soledad y, peor aún, si soportaría el peso de la responsabilidad; por eso no contestó. El anciano entendía perfectamente lo que pasaba en el corazón del joven y añadió: "No te preocupes, hijo mío, aún hay tiempo, piénsatelo."
Volvieron al lugar donde el asceta entraba en meditación, por los mismos peligrosos pasadizos de tosca belleza del principio. En el lugar de siempre se sentó el viejo waldjorpa. En cuanto colocó correctamente su cuerpo, cerró los ojos, pero antes de sumirse en Samâdhi, le dijo al joven: "Nos vemos mañana."
Shankara volvió a su celda, era de noche y nadie se percató de su llegada, aunque él mismo no sabría decir cuánto tiempo había estado fuera. Lo poco que durmió estaba envuelto en los sueños de los últimos acontecimientos, y encima de él flotaba la pregunta del asceta: "¿Qué me dices? ¿Aceptas?"

Al día siguiente, meditando delante de su maestro, se dio cuenta de que lo que le daba miedo era que parecía que, aceptando la misión, perdía su libertad. Pero mirando el cuerpo blanquecino del eremita, en el cual no estaba su alma, viajando libre por los espacios siderales, comprendió que nunca gozaría de más libertad de la que él disfrutaba. Entonces, su mente y su corazón aceptaron su Destino.
En ese momento, como si el maestro estuviese al tanto, sus ojos se abrieron y sus labios pronunciaron unas solemnes y temidas palabras:
-Bien, Shankara, es la hora. ¿Qué me dices? ¿Aceptas? No me queda mucho tiempo.
-Sí -contestó el niño, comprendiendo súbitamente que su maestro había retrasado el momento de su muerte esperando su decisión.

Se acercó hasta él y colocó su oído al lado de sus labios. Lenta, parsimoniosa pero implacablemente, las Palabras de Poder fueron pronunciadas, y sólo un joven predestinado y fuerte como Shankara podía escucharlas sin volverse loco. De alguna forma, aquellas sílabas compuestas sólo de consonantes, vocablos de un idioma pretérito casi perdido dónde cada sonido tenía un poder, se grabaron a fuego en la mente y en el alma del muchacho, acompañadas por extrañas luces y vientos que los rodearon en aquel instante mágico. Y cuando la última sílaba fue articulada, con ella llegó un último suspiro, y el cuerpo del asceta se volvió de nuevo blanco, rígido, como siempre, pero está vez su alma se había ido para siempre y sólo quedaba la cáscara vacía; a ese cuerpo marchito nunca más volvería su maestro.

Shankara, entonces, siguiendo los rituales mortuorios tibetanos, llevó el cuerpo a las montañas y lo dejó para que se lo comieran los buitres. Sin quedarse a contemplar el tétrico espectáculo regresó a su celda, cogió su cuenco y se adentró en los pasillos perdidos del Tsi Potala, para nunca más volver.
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#35

Mensaje por cranealk » 30 Nov 2005 11:36

:cry: Gracias Lute por estas perlas que compartes con nosotros.

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#36

Mensaje por lute » 30 Nov 2005 16:59

No hay de que Cranealk, es un pasatiempo muy gratificante para mi ;-)

A ver si os gusta esto que sigue. Es una manera muy diferente de entender la filosofia.

No se quien es el autor, lo encontre en internet.



El Misterioso Arte de Vencer (Primera Parte)


En el acto de estar erguido como una lanza que avanza contra el viento a través de la niebla, más allá de lo conocido y lo desconocido, reside el ser filósofo. Filósofo significa el enamorado de la Verdad, el enamorado de la Sapiencia, aquel que pone todas las cosas por debajo de la búsqueda de esa Sapiencia. Un enamorado tal vez no es un ser del todo inteligente, pero sí es un convencido de que va a llegar a la meta que se ha propuesto, alguien noble que trata con todas sus fuerzas de alcanzar aquello que se vislumbra más allá.

Hoy el tema que voy a tocar es el del misterioso o difícil Arte de Vencer. Cuando digo vencer, no me estoy refiriendo a vencer sobre nadie, abatir puertas, echar abajo murallas, sentir que otros son más débiles que nosotros, sino a algo mucho más profundo. Hace muchos años tuve un Maestro que me decía que el Arte de la Felicidad estaba en lograr objetivos, pero no a costa de otros, sin basarse en la infelicidad de los demás; y en cierta forma el Arte de Vencer consiste en poder llegar a nuestras metas sin utilizar a los demás como peldaños, sin encaramarnos sobre la cabeza de los débiles, sin pisotear a aquellos que aparentemente nos están cerrando el paso, sino de una manera muy diferente, de todo corazón y con toda fuerza. ¿Qué es este difícil o misterioso Arte de Vencer?

Hay personas que, parece ser, vienen al mundo con una estrella y todo les sale bien. Hay otras, en cambio, a las cuales les es muy difícil lograr cada cosa. Y encontramos a veces a los Elegidos de la Historia, que con su sola presencia pueden hacer verdaderos milagros.

Y cuántas veces, mis queridos amigos, cuántas veces nosotros nos encontramos en la vida queriendo hacer una proeza, algo maravilloso, pretendiendo avanzar de tal manera que todos nos vean, nos sigan, y sin embargo, tan sólo podemos dar pequeños pasos; cuántas veces querríamos cantar como cantan los mirlos, cuántas veces querríamos volar; y sin embargo, solamente salen de nuestra garganta pequeñas voces oscuras, o nos vemos limitados a tener que andar sobre nuestros pasos, andar y andar hacia ese horizonte que nunca acaba. De ahí entonces que nos preguntemos, de todo corazón, como filósofos, en qué consiste el Arte de Vencer. ¿Por qué algunos vencen y otros no lo pueden hacer?

Tal vez, mis queridos amigos, la vida sea como el cable del micrófono que tengo en las manos, del que uno no sabe exactamente qué longitud tiene, y hay que estar preparados y sensibilizados para notar cuándo llegamos al final, cuándo nos está avisando de alguna manera la adversidad de que hasta aquí podemos llegar.

El acto de vencer, entonces, no sería convertirnos todos en Alejandro, porque no todos podemos ser Alejandro, ni Alejandro puede ser tampoco cada uno de nosotros. Cada cual es lo que es, y el Arte consiste en ser lo que nosotros somos realmente, en nuestra verdadera, en nuestra propia dimensión, sea cual sea nuestro tamaño.

Hoy todo lo imaginamos a través de fórmulas, todos los triunfos y las soluciones las ideamos a través de sistemas. Si algo va mal, está fallando el sistema político, si tenemos problemas económicos falla la administración, y no nos llegamos a preguntar en un momento dado: ¿no será algo humano? De alguna forma, ¿no seré yo? ¿Hasta dónde llega el valor de los sistemas? ¿Hasta dónde el verdadero valor no estará en esta pizca de Dios enamorada, que es el Hombre?

El hombre tiene su valor fundamental, por eso los antiguos no trataban de comunicar a ese hombre verdades extraordinarias, cosas misteriosísimas, sino que trataban más bien de lavarlo, limpiarlo de todas las cosas del mundo, despejarlo de su propia animalidad, de sus temores, de todo aquello que pudiese impedir su marcha, para que pudiese surgir de dentro hacia fuera, como el loto blanco, desde el corazón mismo de las cosas, y alzarse hasta esa epopteia de llegar al final de cada cosa, que está representada en las columnas cuando vemos abrir sus capiteles a muchos metros del suelo. Ninguna columna abre su capitel debajo, todas lo hacen arriba. Los antiguos nos han dejado un legado de enseñanzas sobre todo esto archivado en sus imágenes.

Las antiguas civilizaciones se ejercitaban generalmente a través de cuatro grandes grupos de Pruebas: Tierra, Agua, Aire y Fuego. Exotéricamente, o sea, exteriormente, esto tiene que ver realmente con la tierra, el agua, el aire y el fuego, pero esotéricamente tiene que ver con ciertos componentes de nuestra personalidad, o sea, con nuestro cuerpo físico, nuestro vehículo de energías, nuestro vehículo psicológico y nuestro vehículo mental, aquel del cual surgen todas las cosas que nosotros recibimos, obtenemos y ofrecemos. Pero las Pruebas en sí eran de carácter realmente físico y reales, muy reales.

Uno de los grandes errores que cometemos es que nosotros, frente a una escalera, miramos el conjunto y nos planteamos el subir o no toda la escalera. Esa no es la posición psicológica adecuada para enfrentar la adversidad, sino que hemos de plantearnos subir peldaño a peldaño. ¿Cuál es mi problema inmediato? ¡Este peldaño, no ese, ni aquel! Si mantenemos la mirada exageradamente alta, cosa que a veces les sucede a muchos idealistas, a muchos espiritualistas, es fácil tropezar con los primeros escalones y rodar al abismo. Hay que saber dónde se quiere llegar, pero paso a paso, lentamente, y sin, digamos, planificarlo demasiado. Si sabemos estirar nuestra mano, siempre va a haber algún Angel bondadoso, real o soñado, que cogerá nuestra diestra y nos ayudará en el camino.

Vosotros sabéis que las mejores espadas se hacen a golpes, y se pasan del calor al frío, del frío al calor, de una manera verdaderamente brutal. ¿No necesitaremos también nosotros ser templados? Recibir los golpes de la vida como la espada recibe los golpes sobre el yunque. El que haya visto alguna vez trabajar un yunque, sabrá que junto a los martillazos se puede escuchar otro sonido. Son los gritos del metal que se siente aplastado. Sí, la espada grita pero permanece, grita y permanece, grita y permanece; hasta que al fin ese hierro que no era nada más que un metal simple y sencillo, se va convirtiendo, por los golpes -y por haber sido inmerso en las aguas frías o en las misteriosas sustancias de la aleación-, en desnuda hoja de acero, y entonces, adquiere dureza, corte y elasticidad. ¿No será de alguna forma similar el proceso de nuestra propia forja en la vida?

Tenemos que volver a lograr ese temple interior, entender que caer es simplemente para levantarse otra vez. Nadie cae definitivamente, pues todas las cosas en este mundo son pasajeras. Todo tiene un valor relativo, nuestros triunfos y nuestros fracasos. En base a esa humildad de corazón, podemos seguir realmente avanzando. Si logramos el dominio de esos cuatro elementos de la Naturaleza en nuestro interior -los llamados Tierra, Agua, Aire y Fuego- tal vez no hagamos milagros, no somos hijos de Amón, al menos de manera directa, pero podemos hacer ciertos prodigios.
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#37

Mensaje por lute » 30 Nov 2005 17:08

El Misterioso Arte de Vencer (Segunda Parte)


Hay ejercicios fáciles que pueden sernos útiles a fin de intentar comprender. Coged una botella cualquiera llena de agua y mantenedla enhiesta con el brazo horizontal. Al principio parece algo muy fácil, quién no va a sostener un litro, pero cuando pasa el tiempo y la acumulación del peso y la posición de nuestro brazo se va haciendo más dolorosa, cada vez sentimos más el peso y parece que hubiese una vaca colgada de nosotros.

Haced algo diferente, poned en práctica vuestra Voluntad. Haced que vuestros ojos y vuestra mente empiecen a contar, por ejemplo, las distintas bombillas que pueda haber en el techo (sin dejar la botella). Veréis que se puede resistir mucho más fácilmente si se mantiene la mente alejada del dolor.

Sucede igual en las cosas de la vida. Si mantenéis vuestra mente agarrada a cada uno de los problemas, a esa pequeña muerte cotidiana que se nos viene encima, al temor que no han sabido lavar en nosotros porque no estamos en el siglo V a.C., no podréis resistir ni el más leve impacto de la adversidad.

Tenemos que intentar entonces alzar esa mano, rescatarla un poco de las cosas del mundo, ir imponiendo nuestra Voluntad, una Voluntad que no debe ser ostentosa, que debe marchar sola y natural.

Cuando enfrentáis una seria adversidad, tratad siempre de resistir un minuto más, no penséis que vais a aguantar una hora, un día, un año, toda la vida; no, no, un minuto más, nada más que un minuto más, y luego otro minuto más, y así, poco a poco, se irán sumando cifras mucho más grandes. El poder de nuestra mente es terrible. Haced otra prueba, medid la duración psicológica de un minuto. Cuando el segundero llegue de nuevo a su cénit, cuando dé la vuelta completa a la esfera, vais a recibir un gran premio, una inmensa felicidad (cada uno sueñe la felicidad que quiera). Vais a ver qué lento marcha el segundero, parece casi que retrocediese. Ahora hagamos la experiencia a la inversa, pensemos que cuando dé la vuelta al segundero estallará una bomba debajo nuestro, vais a ver entonces qué rápido huye, punto tras punto, diría uno que el reloj se ha vuelto loco. Sin embargo, el reloj siempre marca los mismos instantes con idéntico ritmo.

¿Qué es lo que ha cambiado? Nuestra perspectiva. Si nosotros deseamos algo con fervor demasiado apasionado, se nos hará infinitamente lejano.

Debemos saber dar a la vida el valor que realmente tiene, entonces vamos a obtener una dimensión mucho más verídica de todo lo que nos sucede. Hoy generalmente corremos tras el dinero, la fama, el reconocimiento; un automóvil mejor, un piso más grande, la última nevera que salió, que hace los cubitos redondos... así, estamos siempre en tensión, nada nos basta, porque siempre nos parece que tenemos poco, que necesitamos algo nuevo. Ese es el gran fantasma del consumismo que nos han incrustado en el alma, y es una de las peores formas de materialismo.

Sepamos conformarnos con cosas sencillas. Yo no digo renunciar a tener más, digo simplemente estar en paz con el propio corazón, y luego ver de qué manera podemos prosperar un poco más. El secreto está en saber realmente qué es lo que podemos hacer, cómo lo podemos hacer y poner toda nuestra atención y toda nuestra fuerza en ello.

En verdad, tenemos más fuerza de lo que creemos. Cada uno de nosotros, por pequeño que sea, tiene grandes posibilidades. Algunos pensarán: «Yo no voy a escribir poesías porque igual..., ¿quién me las va a editar? No soy tan bueno». Perdamos un poco ese sentido de la comparación, de la competición, esa especie de deporte insano donde nos han metido. Salgamos de esa mentalidad y hagamos las cosas por la cosa en sí. Si os vienen al alma poesías, si os bajan poesías como bajan los pájaros sobre los nidos, recibidlas, mantenedlas, echadlas al vuelo, ¡no importa que no las editen!

Cuando no había imprenta, ¿cómo hacían los poetas? En la época de Safo ¿cómo hacía la excelsa poetisa para llevar su creaciones a todo el mundo y haber llegado hasta la Edad Media, en que fueron desafortunadamente destruidas? No había imprentas, ni editores, sólo tenía poesías, y esas poesías se repartían de mano en mano, poco a poco. No necesitamos grandes medios para que nuestras creaciones y hallazgos sean reales. El libro que más quiero lo comencé a escribir cuando tenía diecinueve años, y no pensé jamás que sería editado, simplemente lo escribía porque así lo sentía.

¿Cuántos hay que tienen dentro suyo libros, mensajes, tesoros, personajes? Hay que sacarlos, hay que tener la fuerza de extraerlos fuera de sí, mostrarlos al mundo, que está sediento de cosas espontáneas. El mundo está harto de que le hablen a través de los grandes armazones de los sistemas, y quiere que le hablen de corazón, de hombre a hombre, de mujer a mujer, de persona a persona. De ahí el viejo sentido romano de la concordia, corazón con corazón. Eso no es igualdad, no -la igualdad es estéril-, sino que es algo que hace que se complementen lo uno con lo otro, como los dientes de un engranaje, en el que van entrando las salientes de unos en los huecos que dejan los demás... Y en ese entrar las salientes de unos en los huecos que dejan los demás, existe la posibilidad de transmitir la fuerza: fuerza espiritual, fuerza física, ¡qué más da! fuerza interior... la fuerza interior que lleva en sus brazos la Victoria, esa Victoria final que nos espera a todos, a través de los pequeños logros, esos que deben ser cotidianos, que deben ser continuados y que nos tienen que llenar el corazón de fe y de ilusión.

Tal vez pintáis cuadros, tal vez hacéis dibujos, ¡hacedlos! No importa que la gente los reconozca o no. Más allá de la gente, más allá del entorno, hay otro Juez, un Juez muy grande, tanto que no podemos decir qué tamaño tiene. Tan bueno que no podemos imaginarlo, y tan justo tan justo, que más allá de los actos, lee los corazones que inspiraron los actos.

Y ese gran Juez, de alguna forma, extenderá su capa sobre nosotros y abrigará nuestros pequeños logros, nuestras pequeñas ilusiones: los versos que nunca hemos escrito, los dibujos que no hemos realizado, los amores que no hemos tenido, las oportunidades que se nos escaparon, pero que viven de alguna forma mágica en ese mundo de redención sublime, y que nos acompañarán, a través de los milenios, hacia una realización interior y total.

Cada uno de nosotros, aun el más pequeño, aun el que se sienta más disminuido, aun el que crea que está más solo, tiene la capacidad de la Victoria. Tiene la capacidad de marchar y marchar a través de esos pequeños éxitos, de esos pequeños pasos que le van a lanzar poco a poco hacia adelante.

No hacen falta fórmulas, tampoco apoyos especiales; siempre se puede ir hacia adelante, perfeccionarse más y más. Cada uno de nosotros debe buscar su propia Luz, su propio lugar, y si estamos felices donde estamos, magnífico, y si no estamos felices podemos estarlo en otra parte. Lo fundamental es no hacer daño a nadie, lo fundamental es quemar nuestra propia cera, no quemar la del vecino. Lo fundamental es tener Luz. Hay que elegir: Suponed que tenemos una vela; ¿queréis tener esa vela o queréis tener luz? Si queréis tener una vela vais a estar toda la vida a oscuras, si queréis tener Luz vais a tener que consumir esa vela, coger una cerilla, rasparla y aplicarla, y dejar que se encienda la Luz, esa Luz que es siempre vertical como una espada luminosa.

De cualquier manera, las cosas materiales caen, se resquebrajan y se van. Decían los antiguos: Omnia Transit; Todo Pasa, Todo Camina..., todo va hacia el mar, como marchan las aguas; todo tiene un Destino, ¡asociémonos al Destino! Veamos cómo bajan las aguas por las montañas, cantarinas, y ¿cuáles son las aguas más puras?, aquellas que se golpean más sobre las piedras, aquellas que caen en cascadas y revientan en grandes pompas de espuma blanca; las otras, las aguas cobardes, las que se quedan quietas, en remanso, terminan por entrar en corrupción y ningún ser vivo puede habitar en ellas.

¿Dónde están aquellos hombres magníficos de otros tiempos? ¿Dónde están, sino dentro nuestro? No se han olvidado, no se han perdido; simplemente, los hemos sepultado con basura, con miedo, con incertidumbre.

Quitémonos todo eso de encima y volveremos a ver otra vez los cascos emplumados, y volveremos a ver otra vez la luz del cielo a través de las murallas rotas, y volveremos a sentir nuestros pasos marchar acompasados con el latir de nuestro corazón batiendo dentro del pecho. ¡Victoria, Victoria, Victoria!
Reflejos bien entrenados son más rápidos que la suerte.
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#38

Mensaje por spauser » 12 Ene 2006 17:44

Realmente estoy flipando con estos relatos. Siento decir que me he centrado en los de prosa porque me atraen más, aunque leeré los otros (es mi primera visita a este tema).

El de la Isla Blanca ha sido un relato ciertamente flipante: me ha relajado mucho leerlo, te inunda una paz que solo la filosofía budista (o semejantes, soy neófito en esto) sabe transmitir... pero me he quedado en la nada. Es decir, mi reflexión me llega a no saber qué sonsacar del texto leído. Tal vez esa sea la pretensión buscada, no sé. Habla de libertad de espíritu aún a pesar de tu "opresión" física, pero a su vez te deja un poco como sin moraleja... es ambiguo. Al menos para mí.

La lectura del vencer y la victoria es bastante menos metafórica, mucho más directa. Tal vez menos atrayente desde el punto de vista del entretenimiento pero en cualquier caso sí he sacado conclusiones claras, en general un positivismo realista. Algo muy digno y difícil: la honradez de aceptar qué eres. Y efectivamente debo aceptar que eso no entiende de clases sociales o de dinero. Es lo que yo llamo en una persona a tener clase y distinción, por dentro y que la expresa hacia fuera en su manera de ser. Qué pocos hay así. Yo desde luego no soy uno de ellos, pero tengo mis momentos personales de victoria. Ojalá alguien los tenga alguna vez, es un buen sentimiento.

Siento soltar este sermón tostón pero me he puesto un poquito filósofo al leer estos textos. Muchas gracias, desde luego prestaré más atención a futuros post de este tema.
Soy responsable de lo que digo, no de lo que tú entiendas

vigor650

#39

Mensaje por vigor650 » 12 Ene 2006 18:11

Me enanta este tema, ya que con los tiempos que corren a veces uno pierde el norte! Gracias a todos, es de las poquitas páginas que tengo en favoritos! :ch)

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#40

Mensaje por KIKA444 » 31 Ene 2006 11:54

Voy poneros una poesía que aunque es triste, merece la pena leer.

LA NOCHEBUENA

SON HIJA Y MADRE LAS DOS,
CON FRÍO, CON HAMBRE Y PENA
PIDEN EN LA NOCHE BUENA
UNA LIMOSNA POR DIOS
¡HOY LOS ÁNGELES QUERRÁN
LA MADRE A SU HIJA DECÍA,
QUE COMAMOS HIJA MÍA
POR SER NOCHEBUENA PAN!
Y AL ANUNCIO DE TAL FIESTA,
ABRE LA MADRE EL REGAZO
Y JUNTO A EL, AQUEL PEDAZO
DE SUS ENTRAÑAS ACUESTA
AL PIE DE UN FAROL SENTADA,
PIDE POR AMOR DE DIOS
PASAN UNO Y PASAN DOS...
MÁS NINGUNO LES DA NADA,
LA NIÑA TRISTE CON ACENTO:
- PERO.. ¿Y NUESTRO PAN? DECÍA
YA LLEGA... LE RESPONDÍA
LA MADRE Y LLEGABA EL VIENTO.
CUANDO OTRA POBRE COMO ELLA
UNA LIMOSNA LE ECHÓ,
RECORDANDO QUE PERDIÓ
UNA NIÑA COMO AQUELLA.
!YA NUESTRO PAN HA VENIDO!
GRITÓ LA MADRE EXTASIADA;
MÁS LA NIÑA QUEDÓ ECHADA
COMO PÁJARO SIN NIDO.
LLAMA Y LLAMA ¡DESVARÍO!
NADA HAY QUE LA DESPIERTE
DUERME, ESTÁ HELANDO Y LA MUERTE
¡SOLO ES UN SUEÑO CON FRÍO!
LA TOCA AL VERLA LA LUZ LA ATRAE,
SE ESPANTA, VACILA Y CAE
A PLOMO LA NIÑA MUERTA.
DEL SUELO DE ANGUSTIA LLENA
LA MADRE A SU HIJA LEVANTA,
EN TANTO UN DICHOSO CANTA,
¡ESTA NOCHE ES NOCHEBUENA!

Don Ramón de Campoamor.

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#41

Mensaje por KIKA444 » 10 Feb 2006 12:59

LA MOCHILA
JEAN DE LA FONTAINE

Cuentan que Júpiter, antiguo dios de los romanos, convocó un día a todos los animales de la tierra.

Cuando se presentaron les preguntó, uno por uno, si creían tener algún defecto. De ser así, él prometía mejorarlos hasta dejarlos satisfechos.

-¿Qué dices tú, la mona? -preguntó.
-¿Me habla a mí? -saltó la mona-. ¿Yo, defectos? Me miré en el espejo y me vi espléndida. En cambio el oso, ¿se fijó? ¡No tiene cintura!

-Que hable el oso -pidió Júpiter.
-Aquí estoy -dijo el oso- con este cuerpo perfecto que me dio la naturaleza. ¡Suerte no ser una mole como el elefante!

-Que se presente el elefante...
-Francamente, señor -dijo aquél-, no tengo de qué quejarme, aunque no todos puedan decir lo mismo. Ahí lo tiene al avestruz, con esas orejitas ridículas...

-Que pase el avestruz.
-Por mí no se moleste -dijo el ave-. ¡Soy tan proporcionado! En cambio la jirafa, con ese cuello...

Júpiter hizo pasar a la jirafa quien, a su vez, dijo que los dioses habían sido generosos con ella.
-Gracias a mi altura veo los paisajes de la tierra y el cielo, no como la tortuga que sólo ve los cascotes.

La tortuga, por su parte, dijo tener un físico excepcional.
-Mi caparazón es un refugio ideal. Cuando pienso en la víbora, que tiene que vivir a la intemperie...

-Que pase la víbora -dijo Júpiter algo fatigado.
Llegó arrastrándose y habló con lengua viperina:
-Por suerte soy lisita, no como el sapo que está lleno de verrugas.

-¡Basta! -exclamó Júpiter-. Sólo falta que un animal ciego como el topo critique los ojos del águila.

-Precisamente -empezó el topo-, quería decir dos palabras: el águila tiene buena vista pero, ¿no es horrible su cogote pelado?

-¡Esto es el colmo! -dijo Júpiter, dando por terminada la reunión-. Todos se creen perfectos y piensan que los que deben cambiar son los otros.

Suele ocurrir.
Sólo tenemos ojos para los defectos ajenos y llevamos los propios bien ocultos, en una mochila, a la espalda.



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#42

Mensaje por dlalinea » 02 Mar 2006 00:22

Hace tiempo se me ocurrió, prometo que nadie lo ha leido antes...

PARA VOSOTROS.
ERA TEMPRANO, LLOVÍA.
El sonido de la música lo levantó de un largo sueño. Abrió los ojos, se quedó mirando a la nada. Pensó que le esperaba otro largo día de trabajo mientras que en su “Bang & Olufsen” sonaba la Sinfonía número 3 de Górecki.
Estiró el brazo, logró alcanzar de la mesilla de noche un mando, apretó un sólo botón y la música comenzó a sonar más alto y claro de los altavoces perfectamente ecualizados.
La sensación del suelo despertó su pie y le transmitió una fría nota ascendente hasta la cabeza. Se frotó los cabellos y la cara pensando que todavía podría dormir un par de horas más.
De un rápido movimiento se puso en pie sintiendo una sensación de mareo, se colocó unos calcetines blancos y unas zapatillas, especiales para corredores, y enfundándose en su equipamiento deportivo salió a la calle.
Correr era una costumbre que no olvidaba desde su período en el ejercito. Cuarenta minutos, ocho kilómetros no esta nada mal para comenzar el día. Lo necesitaba, tanto como respirar o comer, le mantenía vivo.
Enfiló las calles oscuras evitando a los primeros peatones que se movían lentamente, todavía aletargados por el sueño, de camino a sus coches, mirándole y pensando, con cierta envidia, como alguien podía estar tan activo a esas horas de la mañana.
Las luces y las personas pasaban a su lado. Le gustaba esa sensación de poder. Ser resistente, ser veloz. El sudor le bajaba desde la cabeza, no importaba, con su mano retiraba rápidamente de su frente las gotas que caían por sus párpados, mientras que de su boca salían bocanadas de vaho, haciéndole sentir frío en su nariz y en su pecho al respirar coordinando su ritmo.
Veinte minutos, mitad del camino… Su frecuencia cardíaca indicaba que todo iba bien, pulsaciones en 150 por minuto. Ni rastro de fatiga o de cansancio. De repente algo vino a su mente: "Mobilis in mobile".
Siempre solía pensar mientras corría, para distraer su mente y el cuerpo de la fatiga y del esfuerzo. Le gustaba esa frase, la recordaba siempre, desde que de niño la leyó en el primer libro que el padre Nart le regaló, diciéndole que en él encontraría un mundo maravilloso y viajaría todo lo que quisiera, sin que nadie se lo impidiese…En realidad fué su primer castigo: Leer debido a sus continuas bromas en clase. Algo que más tarde, al igual que la música se convertiría en su pasión.
Volvió rápidamente a la realidad cuando su pulsómetro le indicó que habían pasado los cuarenta y cinco minutos. Su casa estaba a pocos metros.
El portero le saludó desde su mesa moviendo la cabeza y sin apartar la mirada del periódico de la mañana. Él le devolvió el saludo diciéndole buenos días y agitando con la mano un café, caliente y con leche, que había comprado en el bar de la esquina.
Se duchó y se afeitó lentamente, sin prisa, otra de las costumbres adquiridas en el ejército. Le gustaba tomarse el tiempo necesario para primero aplicar en círculos una espuma de afeitar especial para pieles sensibles y dejar que el mentol preparase su cara, para que la cuchilla se deslice en el sentido del vello, sin apurar, tal como le había indicado la atractiva vendedora del centro comercial donde adquiría sus artículos de baño.
Tras lavarse la cara con agua tibia y aplicar un bálsamo, también caro y sin alcohol, se miró al espejo y vio la cara de un hombre joven. Así era, hacía poco cumplió treinta y dos años, algo que le hacía sentirse especialmente bien esa mañana.
Ahora en su equipo sonaba una pieza de Satie: Gnossienne nº 1. Le gustaba especialmente. Frotó el vapor que se acumulaba en su espejo y se dirigió a su vestidor.
Empezó por ponerse los pantalones de uno de sus trajes, gris oscuro por supuesto, unos zapatos negros con cordón y comenzó a abrocharse una camisa blanca perfectamente planchada. La corbata azul eléctrico con nudo sencillo combinaba perfectamente. Su aspecto era impecable. Aplicó unas gotas de colonia que había comprado recientemente en su cuello y en sus muñecas, olió por un momento el aroma que dejaba en él, antes de poner su reloj de pulsera en la muñeca izquierda, perfecta.
En la correa de su pantalón ajustó la funda de su arma, una Glock junto con dos cargadores adicionales. Cogió su cartera, llaves, apagó el equipo y su casa quedó en un total y oscuro silencio. Salió a la calle, miro de nuevo su reloj…Era temprano, llovía.
"Entre Sierra Carbonera y el Peñon de Gibraltar (ESPAÑOL)..."

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#43

Mensaje por Pericuto » 09 Mar 2006 15:51

Hola buenas, como veo que sois unos tabernillas de la literatura, os adjunto un link que a mi me parece interesante. Aunque no es infalible ayuda a "ubicar" un texto conocido dentro de una obra y su autor.

Es una especie de ciber-librero... :mrgreen:

http://www.librobot.com


salud.
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#44

Mensaje por yiserng » 12 Jun 2006 23:35

Mi aportación es breve pero intensa.....pensad en la soledad del protagonista.....

Que por Mayo era por Mayo
Cuando nace la calor,
Cuando los trigos encañan
Y están los campos en flor,

Cuando canta la calandría
y responde el ruiseñor,
Cuando los enamorados
van a servir al amor.

Sino yo triste y cuitado
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuando es de dia
ni cuando las noches son,

sino por una abecilla
que me cantaba al albor....
matómela un ballesteros
¡¡¡dele Dios mal galardón!!!!
Imagen Os voy a escribir algo muy profundo.... Subsuelo ¡¡Ala, A pensar en ello!!

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#45

Mensaje por KIKA444 » 13 Jun 2006 08:45

Esta poesía para mí es de las más bonitas que se han escrito

POEMA 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo; "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles,
nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero... ¡cuánto la quise!
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto... pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor... y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda

la cheri

#46

Mensaje por la cheri » 14 Ago 2006 08:45

Haber como sale esto!!!

Una vez un miembro de una tribu se presento furioso ante su jefe
para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un
enemigo que lo habia ofendido gravemente.!Queria ir
inmediatamente y matarlo sin piedad!......

El jefe lo escucho atentamente y luego le prospuso que fuera a
hacer lo que tenia pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa
de tabaco y la fumara con calma al pie del arbol sagrado
del pueblo.

El hombre cargo su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran
arbol.

Tardo una hora en terminar la pipa.Luego sacudio las cenizas y
decidio volver a hablar con el jefe para decirle que lo habia
pensado mejor,que era excesivo matar a su enemigo pero que
le daria una paliza memorable para que nunca se olvidara de la
ofensa.

Nuevamente el anciano lo escucho y aprobo su decision pero
le ordeno que ya que habia cambiado de parecer,llenara otra vez
su pipa y fuera a fumarla al mismo lugar.

Tambien esta vez el hombre cumplio su encargo y paso media
hora meditando.Despues le parecio excesivo castigar fisicamente
a su enemigo, pero que iria a echarle en cara su mala accion y
lo pondria en evidencia delante de todos.Como siempre, fue
escuchado con bondad pero el anciano volvio a ordenarle que
repitiera su meditacion como lo habia hecho las veces anateriores
el hombre medio molesto pero ya mucho mas sereno se dirigio
al arbol centenario y alli sentado fue convirtiendo en humo ,su ira
y su bronca.Cuando termino,volvio al jefe y le dijo:"Pensandolo
mejor veo que la cosa no es para tanto.Ire donde me espera el
ofensor para darle un abrazo.Asi recupeare un amigo que
seguramente esta arrepentido de lo que ha hecho".

El jefe le regalo dos cargas de tabaco para que fueran a fumar
juntos al pie del arbol,diciendole:"Eso es precisamente lo que
queria pedirte,pero no podia decirtelo yo ; era necesario darte
tiempo para que lo descubrieras tu mismo".

Del cuento:LAS TRES PIPAS"de Marmeto Menapace.

Siempre es tiempo de reconciliacion,reconciliacion contigo
mismo y con las personas que te rodean,nadie
mejor que uno sabe con quien tiene que reconciliarse.

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#47

Mensaje por Kernow » 22 Ago 2006 15:37

Muy bueno, Cher. Te hace reflexionar sobre muchas cosas. A ver qué te parece este poema. Es uno de mis preferidos.

Corazón coraza

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.


MARIO BENEDETTI
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#48

Mensaje por seveyn » 22 Ago 2006 23:09

Genial Kernow.
También es una de las mías.....

Aquí una de mis últimas adquisiciones...

SONETO XVII

No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.

Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,

sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.
Todos perseguimos la buena vida, aunque son pocos los que la conquistan.
****************************************
Òscar Wilde

Para compartir... :drinks:

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#49

Mensaje por Kernow » 23 Ago 2006 07:08

Muy bonito, Seveyn. Yo de Neruda me quedo con el siguiente verso, que creo que es el summum al que puede llegar la literatura en lengua castellana.

"Y el verso cae al alma como al pasto el rocío".

Quizá no os diga nada, lo sé, en el fondo no es tan bello pero si lo dices en voz baja tiene un efecto sedante, como la poesía para el alma del poeta, sin duda por las aliteraciones de las aes y las oes.
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#50

Mensaje por Cheri » 23 Ago 2006 17:23

Cuentan que una vez.....

Se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.

Cuando el aburrimiento estaba bostezando por tercera vez,la locura ,como siempre tan loca propuso:
¿Porque no jugamos a los escondidos?la intriga levanto la
ceja "intrigada"y la oscuridad, sin poder contenerse pregunto:

A los escondidos, ¿Como se juega a eso...? Es el juego, explico
la locura en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millon, mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupara mi lugar para continuar jugando.

El entusiasmo bailo"entusiasmado", secundado por la euforia.

La alegría dio tantos saltos que termino por convencer a la duda
e incluso hasta a la apatía a la que nunca le interesaba nada.

Pero no todos quisieron participar. La verdad prefirio no esconderse, ¿Para que? Si al final siempre la hallaban. La soberbia opino que era un juego de tontos(en el fondo lo que le molestaba era
que la idea no hubiese salido de ella)y la cobardía prefirio no esconderse.

Uno, dos, tres...... comenzo a contar la locura.

La primera en esconderse fue la pereza, dejándose caer tras la primera piedra del camino.

La fe subio al cielo y la envidia se escondio tras la sombra del triunfo, quien con su propio esfuerzo habia logrado subir hasta la copa del arbol mas alto. La generosidad casi no alcanzo a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: Un lago cristalino: ideal para la belleza.
Una hendija en un arbol: perfecto para la timidez.

El vuelo de una mariposa: lo mejor para la voluptuosidad.

Una rafaga de viento:magnifico para la libertad.

Asi termino por acurrucarse en un rayito de sol. El egoismo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, comodo, pero solo para él.

La mentira, se escondio en el fondo del océano (mentira,en realidad se escondio detras del arco iris ) y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.

El olvido...
...Se me "olvido" donde se escondio pero eso no es lo mas importante.

Cuando la locura contaba ya los novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve ,el amor aun no habia encontrado sitio donde esconderse entre las flores.

Un millon-contó la locuray comenzo a buscar.

La primera fue la pereza,a solo tres pasos ,detras de una piedra.

Despues se escucho a la fe conversando con Dios y a la pasion
y al deseo los sintió vibrar en los volcanes .

En un descuido encontró a la envidia y !Claro! pudo ver donde estaba el triunfo.
Al egoismo no tuvo ni que buscarlo, el solo salió disparado de su escondite que habia resultado ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintio sed y al acercarse al lago descubrio a la belleza. Con la duda resulto todavia mas facil, pues la encontro sentada en una cerca sin decidir aun donde esconderse.

Asi fue encontrando a todos: al talento entre la hierba fresca; a la angustia en una cueva oscura; a la mentira detras del arco iris (mentira,en el fondo de los
oceanos); hasta el olvido ....Se "olvido"que ya habia olvidado que estaba jugando a los escondidos.
Solo el amor no aparecia por ningun sitio. La locura busco detrás de cada árbol, en cada arroyuelo y mar del planeta, en la cima de las montañas...Y cuando ya estaba por darse por vencida, divisó un rosal y pensó:"El amor , como siempre, tan cursi, seguro que se escondió entre las rosas". Tomo una horquilla y comenzó a mover las ramas cuando de pronto un doloroso grito se escucho: Las espinas habian herido en los ojos al amor.

La locura no sabia que hacer para disculparse: lloró ,imploró, rogó, pidió, perdón, y finalmente le prometió ser su lazarillo.

Desde entonces,desde que por primera vez se jugó en la tierra a los escondidos, el amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña.

AUTOR DESCONOCIDO.
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